Antecedentes de la Convención
Por Carlos Tello Díaz
Apatzingán, Aguascalientes, EZLN... La Convención Nacional Democrática guarda similitud con la Convención del EZLN, pero poco tiene que ver con el Congreso de Chilpancingo y la Convención de Aguascalientes. Los convencionistas, al nombrar presidente al general Eulalio Gutiérrez, enviaron un ultimátum de renuncia a Carranza, quien respondió poco después en un largo telegrama
Andrés Manuel López Obrador ha convocado a una Convención Nacional Democrática el 16 de septiembre en el Zócalo de la Ciudad de México, misma que busca, en sus palabras, "la restauración de la República". Y añade: "La Convención podrá nombrar un presidente legítimo, un jefe de gobierno y una coordinación de la resistencia civil".
México tiene en su historia varios ejemplos de iniciativas que violentaron el orden constitucional para construir una nueva legalidad. Los más importantes son el Congreso de Chilpancingo (1813) y la Convención de Aguascalientes (1914), que ocurrieron en dos parteaguas: la Independencia y la Revolución. Ambos admitieron de manera explícita la superioridad de la legitimidad revolucionaria sobre la legalidad constitucional. Aunque la convención de López Obrador tiene similitudes, más que con ellos dos, con un ejemplo más reciente: el de la convención que en 1994 convocó el EZLN en la Selva Lacandona.
El Congreso de Chilpancingo (septiembre de 1813)
En el verano de 1813, el general José María Morelos, caudillo de los insurgentes, lanzó la convocatoria del Congreso de Chilpancingo. La convocatoria respondía a la necesidad de organizar una autoridad para dirigir las operaciones militares -los rebeldes dominaban entonces buena parte del centro y sur del país- y para constituir un gobierno diferente al de los insurgentes más antiguos, que fuera también independiente de la corona de España. El deslinde, así, fue doble: por un lado, el Congreso desconoció a la Suprema Junta Nacional, encabezada por Ignacio Rayón, un compañero de lucha de Hidalgo, y por el otro, liquidó la tesis que había sido sostenida por ambos -Hidalgo y Rayón- en el sentido de que la Independencia de México podía ser compatible con la fidelidad al rey Fernando VII.
El Congreso tuvo lugar en la villa de Chilpancingo, un poblado que por decreto recibió para la ocasión el título de ciudad. Estuvo integrado por dos diputados de elección popular y seis diputados designados por el propio Morelos (entre ellos Andrés Quintana Roo y Carlos María de Bustamante). El 14 de septiembre fueron leídos los 23 puntos conocidos con el nombre de Sentimientos de la Nación, redactados por Morelos, entre los que destacaba el primero: "Que la América es libre e independiente de España y de toda otra nación, gobierno o monarquía". Más tarde, el 6 de noviembre, al concluir los trabajos, el Congreso levantó una acta solemne de declaración de Independencia que por vez primera rechazó la soberanía del Rey. Morelos habló sin ambages en favor de "quitar la máscara a la Independencia". En esa acta declaró: "Rota para siempre jamás y disuelta la dependencia del trono español".
Antes de ser disuelto, el Congreso pasó de Chilpancingo a Uruapan y a Tiripitío, y recaló finalmente en Apatzingán, donde en octubre de 1814 fue sancionado el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana, llamado también con el nombre de Constitución de Apatzingán. Ella nunca entró en vigor -fue frustrada por la guerra de Independencia- pero constituye uno de los pilares del Estado mexicano: en sus páginas está lo que muchos consideran (no obstante el grito de Dolores) el primer llamado real a la Independencia de México.
La Convención de Aguascalientes (octubre de 1914)
En agosto de 1914, los ejércitos de la Revolución triunfaron sobre las fuerzas de Huerta. Surgió entonces el problema de la representación. Facciones diversas, a veces antagónicas, habían confluido en el triunfo de la Revolución. ¿Cuál debía ser la depositaria del poder en México? Las opciones eran dos: la Convención de Aguascalientes, representada por los generales más connotados de la Revolución, que simbolizaban a los mexicanos levantados en armas contra la tiranía, o el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, encargado del Poder Ejecutivo de acuerdo con el Plan de Guadalupe, proclamado contra la usurpación de Huerta.
La Convención empezó el 10 de octubre en el Teatro Morelos de Aguascalientes. Todos los generales de la Revolución, instalados en sus carros de ferrocarril, participaron en ella, en persona o por medio de sus representantes. Estaban ahí Álvaro Obregón, Pablo González, Lucio Blanco, Felipe Ángeles y Pancho Villa, quien amenazaba a la ciudad desde afuera, con la fuerza de la División del Norte. Zapata no fue, ni tampoco los jefes del Ejército Libertador del Sur, pero sí sus representantes, como el intelectual anarquista Antonio Díaz Soto y Gama.
Carranza declinó la invitación que le hicieron para acudir a la Convención. En su lugar propuso tres cosas: la renuncia y el exilio de Villa, la renuncia y el exilio de Zapata, y la integración de un gobierno con fuerza para realizar "las reformas políticas y sociales que necesita el país". A su vez, él ofreció salir también de México. (Villa habría de llegar a proponer la solución del suicidio: ¡el suyo y el de don Venustiano!) El 6 de noviembre, la Convención lanzó un Manifiesto a la Nación: "Mexicanos, la Convención del 10 de octubre se ha reunido con el objeto de unificar el criterio revolucionario, para determinar las bases y orientación del nuevo gobierno de la República, inspiradas en la opinión de la mayoría de sus ciudadanos armados, para que ese gobierno realice los ideales de la Revolución". Los convencionistas, al nombrar presidente al general Eulalio Gutiérrez, enviaron un ultimátum de renuncia a Carranza, quien respondió poco después en un largo telegrama: "La Historia jamás me perdonaría la debilidad de haber entregado el Poder Ejecutivo en manos de una asamblea que no tiene las condiciones necesarias para realizar la inmensa tarea que pesa sobre el Ejército Constitucionalista". La brecha era insalvable: por un lado estaban los villistas y los zapatistas; por el otro, los carrancistas. Todos los generales tuvieron que elegir uno de los bandos. Pablo González, Francisco Murguía y Cándido Aguilar -así como también Obregón, después de titubear por un mes- jalaron con Carranza. Villa, Zapata, Ángeles y Blanco permanecieron con la Convención. Con aquel rompimiento estalló la fase más violenta de la Revolución, que terminaría un año después con la derrota de la Convención y el triunfo del Ejército Constitucionalista.
Andrés Manuel López Obrador ha convocado a una Convención Nacional Democrática el 16 de septiembre en el Zócalo de la Ciudad de México, misma que busca, en sus palabras, "la restauración de la República". Y añade: "La Convención podrá nombrar un presidente legítimo, un jefe de gobierno y una coordinación de la resistencia civil".
México tiene en su historia varios ejemplos de iniciativas que violentaron el orden constitucional para construir una nueva legalidad. Los más importantes son el Congreso de Chilpancingo (1813) y la Convención de Aguascalientes (1914), que ocurrieron en dos parteaguas: la Independencia y la Revolución. Ambos admitieron de manera explícita la superioridad de la legitimidad revolucionaria sobre la legalidad constitucional. Aunque la convención de López Obrador tiene similitudes, más que con ellos dos, con un ejemplo más reciente: el de la convención que en 1994 convocó el EZLN en la Selva Lacandona.
El Congreso de Chilpancingo (septiembre de 1813)
En el verano de 1813, el general José María Morelos, caudillo de los insurgentes, lanzó la convocatoria del Congreso de Chilpancingo. La convocatoria respondía a la necesidad de organizar una autoridad para dirigir las operaciones militares -los rebeldes dominaban entonces buena parte del centro y sur del país- y para constituir un gobierno diferente al de los insurgentes más antiguos, que fuera también independiente de la corona de España. El deslinde, así, fue doble: por un lado, el Congreso desconoció a la Suprema Junta Nacional, encabezada por Ignacio Rayón, un compañero de lucha de Hidalgo, y por el otro, liquidó la tesis que había sido sostenida por ambos -Hidalgo y Rayón- en el sentido de que la Independencia de México podía ser compatible con la fidelidad al rey Fernando VII.
El Congreso tuvo lugar en la villa de Chilpancingo, un poblado que por decreto recibió para la ocasión el título de ciudad. Estuvo integrado por dos diputados de elección popular y seis diputados designados por el propio Morelos (entre ellos Andrés Quintana Roo y Carlos María de Bustamante). El 14 de septiembre fueron leídos los 23 puntos conocidos con el nombre de Sentimientos de la Nación, redactados por Morelos, entre los que destacaba el primero: "Que la América es libre e independiente de España y de toda otra nación, gobierno o monarquía". Más tarde, el 6 de noviembre, al concluir los trabajos, el Congreso levantó una acta solemne de declaración de Independencia que por vez primera rechazó la soberanía del Rey. Morelos habló sin ambages en favor de "quitar la máscara a la Independencia". En esa acta declaró: "Rota para siempre jamás y disuelta la dependencia del trono español".
Antes de ser disuelto, el Congreso pasó de Chilpancingo a Uruapan y a Tiripitío, y recaló finalmente en Apatzingán, donde en octubre de 1814 fue sancionado el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana, llamado también con el nombre de Constitución de Apatzingán. Ella nunca entró en vigor -fue frustrada por la guerra de Independencia- pero constituye uno de los pilares del Estado mexicano: en sus páginas está lo que muchos consideran (no obstante el grito de Dolores) el primer llamado real a la Independencia de México.
La Convención de Aguascalientes (octubre de 1914)
En agosto de 1914, los ejércitos de la Revolución triunfaron sobre las fuerzas de Huerta. Surgió entonces el problema de la representación. Facciones diversas, a veces antagónicas, habían confluido en el triunfo de la Revolución. ¿Cuál debía ser la depositaria del poder en México? Las opciones eran dos: la Convención de Aguascalientes, representada por los generales más connotados de la Revolución, que simbolizaban a los mexicanos levantados en armas contra la tiranía, o el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, encargado del Poder Ejecutivo de acuerdo con el Plan de Guadalupe, proclamado contra la usurpación de Huerta.
La Convención empezó el 10 de octubre en el Teatro Morelos de Aguascalientes. Todos los generales de la Revolución, instalados en sus carros de ferrocarril, participaron en ella, en persona o por medio de sus representantes. Estaban ahí Álvaro Obregón, Pablo González, Lucio Blanco, Felipe Ángeles y Pancho Villa, quien amenazaba a la ciudad desde afuera, con la fuerza de la División del Norte. Zapata no fue, ni tampoco los jefes del Ejército Libertador del Sur, pero sí sus representantes, como el intelectual anarquista Antonio Díaz Soto y Gama.
Carranza declinó la invitación que le hicieron para acudir a la Convención. En su lugar propuso tres cosas: la renuncia y el exilio de Villa, la renuncia y el exilio de Zapata, y la integración de un gobierno con fuerza para realizar "las reformas políticas y sociales que necesita el país". A su vez, él ofreció salir también de México. (Villa habría de llegar a proponer la solución del suicidio: ¡el suyo y el de don Venustiano!) El 6 de noviembre, la Convención lanzó un Manifiesto a la Nación: "Mexicanos, la Convención del 10 de octubre se ha reunido con el objeto de unificar el criterio revolucionario, para determinar las bases y orientación del nuevo gobierno de la República, inspiradas en la opinión de la mayoría de sus ciudadanos armados, para que ese gobierno realice los ideales de la Revolución". Los convencionistas, al nombrar presidente al general Eulalio Gutiérrez, enviaron un ultimátum de renuncia a Carranza, quien respondió poco después en un largo telegrama: "La Historia jamás me perdonaría la debilidad de haber entregado el Poder Ejecutivo en manos de una asamblea que no tiene las condiciones necesarias para realizar la inmensa tarea que pesa sobre el Ejército Constitucionalista". La brecha era insalvable: por un lado estaban los villistas y los zapatistas; por el otro, los carrancistas. Todos los generales tuvieron que elegir uno de los bandos. Pablo González, Francisco Murguía y Cándido Aguilar -así como también Obregón, después de titubear por un mes- jalaron con Carranza. Villa, Zapata, Ángeles y Blanco permanecieron con la Convención. Con aquel rompimiento estalló la fase más violenta de la Revolución, que terminaría un año después con la derrota de la Convención y el triunfo del Ejército Constitucionalista.
La Convención Nacional Democrática (agosto de 1994)
En junio de 1994, al dar por terminado el diálogo con el gobierno, el EZLN dio a conocer la Segunda Declaración de la Selva Lacandona, en la que anunciaba lo siguiente: "Es necesaria una Convención Nacional Democrática de la que emane un Gobierno de Transición. Convención Nacional Democrática y Gobierno de Transición deben desembocar en una nueva Carta Magna". Más adelante, el documento explicaba el trabajo de base que habría de culminar en ella. "La convención se formará a través de comités locales, regionales y estatales en ejidos, colonias, escuelas y fábricas. Estos comités de la convención, se encargarán de recabar las propuestas populares para la nueva ley constitucional y las demandas a cumplir por el nuevo gobierno que emane de ésta". El mes de julio transcurrió así con los preparativos para la CND, la cual recibió todo el apoyo del gobernador de Chiapas, quien proporcionó vigilancia, espacio para las conferencias y vehículos de transporte para viajar a la Selva, donde culminó el encuentro en un sitio que sus organizadores llamaron Aguascalientes.
El propósito de la CND era formar un movimiento civil más amplio que pudiera secundar en el resto del país las demandas del EZLN. Pero jamás pudo despegar. Estaba muy alejada del sentir del resto de los mexicanos, como quedó claro en las elecciones del 21 de agosto, que con una participación de más de 70 por ciento ganó con la mitad de los votos el candidato del PRI, Ernesto Zedillo. Los dirigentes de la CND llamaron entonces a realizar actos de insurgencia civil en el país. Argumentaban que la contienda debía ser descalificada en su conjunto, que las elecciones tenían que ser anuladas. Pero su posición no fue compartida por la mayoría de los mexicanos. El voto, por las razones que fueran: ignorancia, miedo, convicción, había sido emitido -y los resultados habían sido contados. Así terminó la convención del EZLN, similar a la de AMLO en la medida en que sus ambiciones no correspondían con la realidad, a diferencia del Congreso de Chilpancingo, que tenía el control de una gran parte del país: lo que es hoy Colima, Jalisco, Michoacán, Guerrero, Oaxaca y parte del Estado de México, y a diferencia también de la Convención de Aguascalientes, que acababa de derrotar nada menos que al Ejército Federal.
En el Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, Marx comenta una frase de Hegel que dice: "Todos los grandes acontecimientos de la historia suceden, como si dijéramos, dos veces". Pero Hegel olvidó decir, agrega Marx, que lo hacen "una vez como tragedia y otra como farsa". Las farsas son, en efecto, parte de la historia.
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